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TOP GUN: vuelos de emancipación, vuelos de aprendizaje.

Hace unos días se estrenó Top Gun: Maverick, a 36 años de la llegada de su antecesora a los cines. Pero antes de ver su continuación, proponemos indagar sobre qué nos ofrecía Top Gun en 1986.

Quisiera empezar con un recuerdo. Día del niño en el conurbano y a pleno sol. En la base aérea de El Palomar, La Brigada de la Fuerza Aérea Argentina hacía su famoso desfile aéreo: todo un show para los chiquilines que ahí estábamos, con el mentón a cuarenta y cinco grados, la mirada a los aviones, concentrados en la impronta blanca estampada en el cielo, escuchando el idioma perdurable y resonante de las turbinas de acrobacia en acrobacia. Quien haya tenido la posibilidad de presenciarlos bien sabrá que fue lo más cercano que cualquier pibe podía estar de volar y la ilusión de  tener el control: fantasear con alguna vez pilotar…

A causa de su repercusión, Top Gun (1986), con Tony Scott como director y Tom Cruise catapultado finalmente por su protagónico, impulsó el reclutamiento de buena parte de jóvenes estadounidenses a la marina y llevar a la concreción el sueño compartido de convertirse en piloto.

En el argumento de Top Gun, el diez porciento de los mejores hombres de la marina estadounidense son seleccionados para competir y graduarse como los mejores pilotos de combate aéreo: la competencia es el motor de la acción. Prácticamente crecimos, vivimos y nos rodeamos de masculinidades en plena competencia. En un partido de fútbol en la plaza por la cerveza o por la coca, en la idea de que la belleza vive marcada en ese cuerpo sacrificado a puro gimnasio, ahí en el canchereo como modus operandi en las relaciones sociales. Existimos para competir y desde esa competencia parecería mantenerse nuestro nombre, nuestra historia. Pero no podemos competir por igualar a la figura superior paterna para mantener el peso de un legado, sino aprender a emanciparse del pasado y mantenerlo intacto a través de nosotros y nuestras decisiones.

Maverick (Tom Cruise)

Maverick, un Tom Cruise en plenos y dorados veintis a pura moto, lentes de aviador y sol. Él es la astucia, la osadía, lo instintivo, la hegemonía en donde todo el paquete de la masculinidad anuda el moño. Ya desde la secuencia inicial en un vuelo de entrenamiento, Maverick nos muestra que es un piloto que tiene mucho para dar y es capaz de jugársela en los aires, aún sabiendo que podría poner la vida de otro compañero en riesgo, además de no importarle realizar una maniobra innecesariamente riesgosa. Maverick también es un riesgo. Maverick se la juega. Él se asegura de que otro piloto no caiga al océano. Es capaz de salvar vidas hasta fuera de combate y lo hace para ser un marino dispuesto a dar lo mejor a su país, pero también para demostrarle a los demás de lo que está hecha su hombría; esa misma que lo posibilita ir a Top Gun.

A Maverick lo reciben puras leyes sobre la exigencia de ser consciente de que al bajar de los aires están todos en el mismo barco más allá de competir, de que solo no se pilotea aunque no se esté en conformidad con parte del equipo. Todas van a ser pruebas y se pone en juego el reconocimiento, pero no un reconocimiento a la labor nada más, sino un (re) conocimiento a sí mismo; lo que necesita para ser el verdadero piloto aéreo naval y brillar por sus decisiones. 

En la secundaria entre la mayoría de mis compañeros varones no había otra forma de llamarse que no fuera por el apellido. Parece ser que tanta formalidad connotaba una distancia sin sentido entre adultos que no éramos y un falso respeto. Para las chicas, entre ellas y hacía nosotros existían los nombres de pila. Yo entraba en ese grupo. En la secundaria el protocolo de la masculinidad empezaba a establecerse también llamándose por la impronta de cada apellido, ¿y a dónde quedamos quienes nos identificábamos por el nombre de pila…?

En Top Gun la identidad es el nombre en clave. Maverick es en realidad Pete Mitchell: un apellido no tan bien recordado en la marina. Es el apellido de padre, a quien Maverick busca representar y hacer valer entregándose en cuerpo y alma a su función de pilotar, porque al legado se lo sostiene al mostrar de qué se está hecho y sobresaliendo ante el resto.

Maverick (Tom Cruise) rumbo a Top Gun

El nombre en clave sirve como pantalla en la cual Maverick puede jugar a ser la figura paterna, debido a que en Top Gun la masculinidad se mide en el laburo y en la imagen que creamos para nuestros pares. Y eso hacía su progenitor, ser un excelente piloto incapaz de cometer el mínimo error en los aires y al punto de volver su muerte un misterio del cual nadie habla y se mantiene ahogado en el océano. El foco en el desempeño es crucial, tanto que no se disputan intereses amorosos, incluso se ayudan en las conquistas. Las mujeres lejos de ser objetos puramente deseados evidencian todavía más las reales incumbencias de los hombres. Claro, esto hasta que aparece Charlotte “Charlie” (Kelly McGillis) y a Maverick empiezan a vibrarle las turbinas del corazón.

Charlie (Kelly McGillis) y Maverick (Tom Cruise) en el primer almuerzo juntos.

Algo tiene Charlie que a Maverick le genera interés. Es instructora naval, osea que maneja los mismos códigos que él y comparten intereses de profesión. Incluso se visten en composé y casi que Maverick ve en Charlie a alguien como él. Aparece el coqueteo a escondidas acompañado de las insistentes ganas de Charlie por saber cómo fue realmente la maniobra tan polémica de Maverick en el entrenamiento del comienzo de la película contra el avión ruso MIG-28. Frente a ella cuenta, lo poco que se sabe, sobre la muerte de su papá. Hasta acá para Maverick todas fueron festejos y un constante encantamiento por su modo de ser, aunque esto en algún momento tiene que parar.

Es verdad que alguien siempre aparece y nos pone de cara a las dimensiones de nuestros actos y da cuenta que la vida no siempre es “mirá lo capo que soy, mirá de lo que soy capaz”. Aparece una persona que no está sólo para festejarnos y ve más allá de las risas de aprobación que alimentan al campeón que creemos ser. Ese es el rol que ocupa Charlie. Entonces a la mujer no se recurre como deseo sino como canal en el cual el hombre puede cuestionar sus procedimientos dentro del engranaje que mueven los regímenes de masculinidad. Y es Charlie también quien tiene que sumarse a la controversia respecto al accionar imprudente, pero osado, de Maverick contra el MIG-28, aunque hacerlo frente al resto de los hombres con los que compite por ser el mejor es para su ego un desprestigio tanto a su hombría como a las decisiones tomadas en su desempeño a la hora de pilotar.

Maverick y Charlie entre toma y toma.

Acá se invierten los roles y la película nos regala uno de los mejores histeriqueos. Maverick adolece por la patada en el orgullo que acaba de recibir. Patada que lo expone ante su bandita y encima proveniente de la mujer por quien siente un enamoramiento y erotismo potente. Pero para qué está el amor sino para ser parte del arreglo de las cosas (al menos en Top Gun). En Top Gun el amor es tener la valoración del otro. Eso es amor para Maverick, la distinción que obtiene de Charlie, su confesión de lo genial que es piloteando y su miedo a que descubran que está enamorada de él. El sexo y el amor agarrados de la mano son entonces el bálsamo para aliviar el orgullo a la hombría golpeada, y cómo no con Take Me Breath Away sonando como videoclip en loop.

Temón

Sabemos que la balanza de la vida siempre busca mantener el equilibrio. Así Maverick bien afortunado en el amor, las cosas se le complican en los aires estando al volante y la muerte de su mejor amigo, Goose, aterriza en su vida. Eximido justamente de culpa, la inocencia se paga con la duda personal sobre todo aquello que lo conforma como piloto, con las ganas de renunciar y no graduarse, con la imposibilidad de haber salvado a un ser querido. El tiempo dedicado a igualar al padre, a limpiar la impronta de su apellido, no sirvió de mucho. Es que la cuestión después de todo no está en igualar a nadie y tampoco en depurar las malas atribuciones a su nombre a causa de una situación no esclarecida. Esto es lo que Maverick termina de entender cuando por fin conoce la verdad sobre la pérdida paterna, quien después de salvar la vida de un compañero en pleno combate de Vietnam, encontró la muerte. Por eso asemejarse al padre, a toda figura progenitora si se quiere, es un acto imposible y de autoboicot.

Tenemos que “analizar lo ocurrido para aplicar lo aprendido, eso hace un buen piloto, a cualquier persona. Eso es en definitiva cualquier legado; el conocimiento obtenido de quienes nos formaron, pero también nuestra postura y resolución ante las adversidades que nos toca atravesar. 

En la tarde de graduación, más allá de no contar con su nombre tallado en la placa como el mejor piloto, a Maverick le llega su oportunidad: aplicar lo aprendido en este recorrido. Estamos en un situación límite, los aviones MIG-28 acorralan a los pilotos americanos y Maverick con otros graduados se unen a la tropa aérea. Este momento funciona en espejo con el principio de la película, pero ahora están en combate y él envuelto en dos posibilidades: controlar la situación sin interés en destacar, demostrar nada ni pretender ser quien no es, o perder la lucha contra su inseguridad. Maverick decide aplicar lo aprendido. Vuelve a ser capaz de evitar la muerte, pero está vez siendo Pete Mitchell, no la persona que busca igualarse con el legado.

Maverick se (re) conoce como Pete Mitchell: con su nombre grabado en el fuselaje de su F-14 está dispuesto a volar la par del resto. Ahora Pete Mitchell tiene la segunda posibilidad de encarar el amor con Charlie. Pete Mitchell elige la posibilidad de convertirse en instructor de Top Gun. 

Hay que emanciparse, eso cuenta Top Gun (1986). Aprender a emanciparse de la obligación y la carga que implican igualar la impronta del pasado. Para qué competir por demostrar quienes no podemos ser, si en todo caso a esa masculinidad que tiembla en su propio eje ya no le sirve medirse entre los otros, no se rasga las vestiduras para impresionar a los demás ni tiene miedo de llamarnos por el nombre. La verdadera competencia es superarse a uno mismo. Emanciparse para destacar como quien realmente se es y mantener el legado desde otro lado: aplicando lo aprendido y pilotar nuestra ruta con valentía.

Acá les comparto parte del soundtrack. Danle play y que suenen en loop.

Autor

davidjuanjosepasos

Estudiante de la licenciatura en Artes Audiovisuales en la Universidad Nacional de las Artes. Guionista, cuentista y redactor.

2 comentarios en «TOP GUN: vuelos de emancipación, vuelos de aprendizaje.»

  1. Me encanto , me atrapo el analisis. Fue mas alla de la pelicula. Vi la peli cuando era muy chica. La volveria a ver ,despues de leer esta publicacion. No era solo un chico lindo haciendo de piloto.

  2. Muy buena crítica! Un análisis muy bueno tanto sobre la película como sobre su representación sobre tópicos como la paternidad, la masculinidad y la emancipación.

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