Este jueves 13 de Enero, 26 años después del estreno de la primera película, llega la nueva entrega de Scream, así, tajante y sin una identificación como quinta parte en su título, pero que sabemos nos trae de vuelta a Sidney, Gale y a Dewey a Woodsboro, lo que significa una reunión de sangre para los fans, quienes después de una nueva década queríamos volver a verlos. Y para expectar la vuelta de Ghostface, proponemos un recorrido por las cuatro películas que cuentan la historia de Sidney Prescott, sobre el trauma emocional producto del asesinato de su madre y el consecuente duelo que comenzó con todo, hasta su reinvención para dejar de sentirse la eterna victima.
Me acuerdo patente mi primer acercamiento a scream, vamos, que al asesino todos le decíamos así hasta que aprendimos que era Ghostface. Era de noche, para no desentonar., o entrando a la madrugada, si me pongo a ser exacto. Mi papá en esos tiempos trabajaba de noche y yo estaba recostado al lado de mi mamá hasta que el sueño viniese a llevarme, cuando en el viejo canal Space, ese que todavía tenía el logo atravesado por un ovalo azul y sus letras en negro, me regalaban una de las secuencias más desesperantes que había visto en televisión.
Pasaba en Scream 2 (1997) y acá reduzco la situación, y espero hacerle honor en la descripción: el dream team de Gale (Courteney Cox) y Dewey (David Arquette) cruzan al campus de la escuela de cine para revisar las cintas de video. Miradas van y deseos, que siempre estuvieron, vienen, un choquecito tímido y tonto cabeza con cabeza, sus manos rozándose mientras sostienen uno de los vhs y las bocas se estampan en un beso. Aparece Ghostface, más que seguro salté de la cama, y tenemos el portentoso momento donde Gale Weathers empieza a correr por los pasillos de la escuela, de un lado a otro, sin dejar de echar miradas para asegurarse la vida mientras cada puerta que intenta abrir no le da paso. Pero por supuesto que Gale consigue entrar en la sala de edición y escabullirse entre las paredes acustizadas de la isla de sonido, aunque, y claro, no está sola: el hombre de la máscara fantasma está pisándole los talones.

Tenía que haber algo en esta secuencia, algo bisagra que me llevaría a sentir un cariño por esta familia de películas, para que desde ese momento nunca más la pudiera olvidar. Y es que me despierta una lectura particular: estamos escondiéndonos de alguien que no tiene las mejores intenciones para con nosotros (propongo que dejemos de lado la figura del asesino por ahora) y sabemos que nos respira en la espalda. Hay que apurarse, pero sin hacer ruido, el único lugar que pudimos encontrar para salir es un espacio dentro de otro, y eso lleva a más puertas, las que terminan encerrándonos más. No escuchamos. Ni nos escuchan. No hay nadie que nos pueda salvar de una puñalada por la espalda y nuestro grito sería silenciado; una triste ironía. Es la idea de una posible muerte cruel, en soledad y sin efecto residual, sería como la paradoja del árbol que cae en el bosque y no hay nadie para presenciar su último ruido. ¿Qué tanto significaría la muerte en sí si no hubiese nadie para escucharnos gritar y atestiguar nuestro final? Y morir, que parece ser un espectáculo al que pocos tienen la entrada cortada, es parte de las reglas.
SCREAM (1996): El asesinato que empezó con todo.
Scream (1996), y sus hermanas que ramifican el árbol genealógico de sangre y gritos, Scream 2 (1997), Scream 3 (2000) y Scream 4 (2011), dirigidas por el maestro que supo ser, Wes Craven (La última casa a la izquierda, Las colinas tienen ojos, Pesadilla en la calle Elm), son películas que hablan, si mantenemos bien afilado el cuchillo, de la problemática de un pasado trágico sin respuestas, explotado comercialmente y en consecuencia el trauma emocional: el duelo eterno.
Sidney Prescott (Neve Campbell) se convierte en nuestra queridísima Reina del sufrimiento y en la heroína de esta saga, quien en el comienzo apenas es una estudiante de secundaria que vive con su padre en la diminuta ciudad de Woodsboro. Algo timidona y de poco amigos, pero con una sonrisa que esconde atrás un duelo en transición no resuelto: la violación y asesinato de su madre, Maureen Roberts Prescott. A partir de este hecho, el universo de Scream traza su camino mientras la vida de Sidney y de quienes están vinculados a ella, empieza a salpicarse de sangre.

Una muerte, un llamado y una voz particular que desde el día uno se vuelve inconfundible: Ghostface, la representación psicópata del pasado que tiene las respuestas que Sidney no, acerca de lo que pasó con su madre, y quien se convierte desde este punto en el culpable de generarnos terror con esa máscara que no necesita ser adjetivada. Los crímenes en la comunidad de Woodsboro empiezan a crecer como también crece el juego característico entre el grupito de amigos cinéfilos que hizo a la saga burlarse de sí misma y volverse trascendente ante las demás de su género, con la facilidad de desglosar los códigos genéricos y reglas típicas de las películas de terror que todos crecimos viendo. Por supuesto que también su avidez metalingüística e intertextualidad y su autoconciencia todo el tiempo, le dan a Scream su capacidad rupturista.
Aumentan los crímenes y también las preguntas: quién es el asesino, qué hay que hacer, qué no, si queremos seguir vivos, y una es nunca decir: “I will be right back”. El asesino no pierde la oportunidad de amenazar a Sidney con matarla de la misma manera en que mató a su madre. Y con Sidney como la nueva victima, el reciente asesinato materno vuelve a revolverse en Woodsboro, permitiendo otra vez, además de a la prensa mediática marcar la cancha, poner a Sidney y a Gale Weathers, nuestra querida periodista de armas tomar, cara a cara después de la muerte de Maureen Prescott.
Gale Weathers entra en juego pura y exclusivamente, además de ser el factor mediático sensacionalista que tuvo una función clave en el juicio por el crimen de la madre de Sidney, como la placa de alerta y último momento de que, al parecer, tal crimen todavía no está resuelto; es la imposibilidad de que Sidney de vuelta la página, por más que crea tener la certeza de quién le arrancó la vida a su madre. Y Scream no es Scream si el triángulo no tiene forma, si no está Dewey Riley, nuestro ayudante de policía y amigo, por ahora, y esa persona a la cual nadie puede no querer.

Desde acá es todo crimen. Sidney lucha contra el asesino que busca desestabilizarla y también contra las malas lenguas, que a veces nos son mucho peores, que comentan entre los pasillos de la escuela sobre el prontuario de su madre y del aparentemente “tal palo tal astilla” con el cual Sidney va a tener que cargar de ahora en adelante. Pero efectivamente después de que todo sean dudas sobre quien es quien y a quien le pertenece la máscara, llega el momento final en el cual Sidney tiene, por fin, la respuesta (o por lo menos la más importante ahora) ante sus ojos… Y es hasta ese momento, incluso, todo una cuestión de vínculos de intimidad; pero una intimidad rota y expuesta que no hace más que sacudirnos las sábanas después de haber dormido, prácticamente, con el enemigo… No olvidemos de que el asesino siempre vuelve después de dar la última puñalada…
SCREAM 2 (1997): “Hola, Sidney, ¿me recuerdas?”
El arte como siempre se dice: sana. Sidney, ahora lejos, al parecer, de la chica tímida de secundaria y de una Woodsboro donde sus peores pesadillas tuvieron lugar, da un reboot a su vida y entra a la universidad de arte dramático en Windsor. Se acentúan las reminiscencias de lo anterior y Sidney intenta mantenerse al margen de todo y todos. Hasta que la noticia de las dos muertes inaugurales a manos de un nuevo Ghostface, una de las secuencias iniciales que genera una impotencia mayor dentro del subgénero slasher, llega al campus académico y se disemina entre los comentarios de los estudiantes. Y los crímenes posicionan a Sidney en el foco de la noticia, traen nuevamente a la prensa, y la oportunidad de ser noticia con su trabajo, otra vez, trae a Gale, casi consagrada, con la reconstrucción de lo ocurrido en la película anterior escrito en su libro “Los asesinatos de Woodsboro”. Pero ciertos detalles narrados en el libro no dejan a Dewey muy bien parado, una cuestión que ataca su virilidad como policía y hace tambalear todo el coqueteo y enamoramiento con Gale.

En el nuevo presente de Sidney, las repercusiones de los asesinatos en Woodsboro hace un año atrás, son imposibles de dejarlos ahí. Sobre todo cuando la industria cinematográfica lleva a la gran pantalla una versión de lo atroz basada en el libro de Gale Weathers; la intimidad perdida y pública de Sidney, su duelo por la muerte materna y sus consecuencias, ahora se expone y termina siendo fanatizada masivamente. Otro de los aciertos de Scream es su capacidad de poder instalar el debate sobre “Cine, violencia y sociedad” y la posibilidad de la existencia de cierta culpabilidad y/o influencias de las películas sobre los hechos sociales, qué tan responsables son las producciones audiovisuales y su masividad sobre el público que las consume, y hasta dónde puede llegar la moral social. “La vida imita al arte que imita a la vida” dice Mickey (Timothy Olypant) en una charla entre compañeros, y el caso de Sidney Prescott no hace más que ser ejemplo.

Las muertes en su pasado se le hacen cada vez más pesadas de cargar y el hecho de lidiar con ser una víctima constante es más fuerte que ella. Pero es algo contra lo que Sidney tiene que dar pelea, enfrentar el pensamiento de creerse maldita y así abrazar ese don, por que “la lucha por el alma se libra en el foro del arte”, le dice un David Garner como su docente de teatro. Abrazar su don como la Cassandra de Grecia, a quien le toca representar en una obra teatral académica, supo hacer después de ser maldecida por Apolo. Y es hora, a esta altura, de que nuestra luchadora, Sid, empiece a usar su dolor y lo enfrente.
SCREAM 3 (2000): Lejos de Woodsboro todo es una representación.
Eso es lo que le dice uno de los asesinos a Sidney en el clímax de Scream 2: “Todo es una representación”. Su vida, la muerte de su madre, Maureen, y las que vinieron después con todo el peso traumático. La tragedia está explotada comercialmente…, pero siempre se puede ir un poco más. Hollywood continúa apropiándose del drama de Sidney con la producción de una tercera parte de “Puñalada” (o mejor Stab 3) Pero, el asesinato de Cotton Weary (Liv Schreiber) quien supo ser el único sospecho, detenido y al final inocente por el asesinato de la mamá de Sidney, le llega la hora.

Prácticamente recluida, por decisión propia o empujada por todo lo acontecido, Sidney Prescott está harta de dar pelea. Optó por un nombre falso y ahora vive en una casita en las montañas en California bajo varias alarmas, quién no lo haría, donde trabaja en la asistencia como consejera para mujeres en crisis; acá una manera inteligente de aceptar ese don trágico y empezar a dejar de percibirse una víctima.
Los asesinatos esta vez tienen lugar dentro de los estudios de cine y los targets principales son los actores que interpretan a la triada Sidney-Gale-Dewey. Y como una mentora para la supervivencia, Sidney accede a salir de la zona de confort, insistida por Dewey, cuando descubre que Maureen Prescott y su pasado, tanto como adúltera y el hasta ahora desconocido como una modelo y aspirante a actriz caída en las redes de productores ligados al proxenetismo, son traídos al centro de la cuestión con cada muerte que acontece.

Y como todo es una representación, su visita a los estudios de grabación la vuelven a poner de frente con la esencia que habitaba en los espacios de Woodsboro; su casa reconstruida como decorado de una puesta en escena que emerge el punto más álgido del trauma emocional creído superado. La lucha de Sidney ahora es por buscar la comprensión de la ausencia y de los por qué de la doble vida de su madre, mientras su padre reaparece y permanece al margen de la atención, le da lugar a Sidney para que descubra por sí misma la verdad y concluya por fín su duelo, no por que él la sepa, sino porque corresponde a los hijos distender el lazo y cerrar el ciclo. Pero Sidney no es la única que tiene cuestiones que reclamarle a su madre, el surgimiento de un hermano mayor y su cercanía al asesino de turno, cambian el panorama y acercan a Sidney Prescott al entendimiento.
SCRE4M (2011): Sidney Prescott: “la célebre víctima”.
Se cumple el aniversario de los 10 años de los primeros crímenes y el tiempo parece curarlo todo. Algunos decidieron quedarse en Woodsboro, Dewey convertido finalmente en un sheriff sin perder el carisma y unido en matrimonio a Gale, quien dejó el periodismo de lado y busca reinventarse como escritora en una ciudad que parece ya no tener nada para contar… Y en medio de la gira promocional de su primer libro, Sidney retorna a su ciudad natal como todo un suceso; una Woodsboro donde el auge de la tragedia sigue siendo noticia. Y fuera de la oscuridad del trauma y el duelo resuelto, Sidney deja atrás la imagen de víctima eterna y se reinventa, también ella y porque en Scream 4 todo es una reinvención constante. A esta altura de su vida, Sidney aprendió a convivir con la prensa, para la que es y será la célebre víctima, a la cual ya no culpabiliza por su insistencia en convertir toda su vida y todo su dolor en un hecho puramente mercantil.

Pero lo que significa tragedia, dolor y trauma para unos, para otros son modelos de alcance y aspiraciones a imitar… hasta convertirlos en asesinos.
“Nueva década; nuevas reglas”, fue el tagline con el que se promocionó esta última parte de la saga y última dirigida por Wes Craven. Una trama que se amolda a los parámetros de consumo acontecidos en la década del 2010, y aún todavía vigentes; el estallido de las redes sociales, la búsqueda de la consagración de la fama a través de internet, estar delante de los flashes y los lentes de las cámaras periodísticas, el devenir del éxito personal definido y medido por las visualizaciones en pantalla, y los comentarios de la prensa que enaltecen ciertas figuras sin saber la veracidad de los hechos (guiño al clímax final). Y esto vuelve a la pregunta: ¿Hasta dónde llega entonces el límite moral que se discutía en Scream 2? Spoiler: más allá, porque para eso no existen reglas.

“¿De qué sirve sobrevivir a todo el drama si todos los que están cerca mueren?” es una de las preguntas que recibe Sidney por parte este nuevo Ghostface, quien no se desvía por la tangente y vuelve a la fórmula clásica: atacar a través de los lazos de familia, los que más importan, poniendo al círculo íntimo de Sidney, a su tía y su prima, Jill Roberts (Emma Roberts), el lazo directo por parte de Maureen (Roberts) Prescott, contra el filo del cuchillo…

Lejos de ese chico que daba los primeros pasos en el mundo de las películas de terror desde la calidez de la compañía materna, hoy soy el adulto que busca darle una lectura más allá de lo superficial del entretenimiento y más cerca de lo reflexivo que Scream y sus películas tienen para ofrecer. Y puede que sobrevivir pese los que ya no están y el desconocimiento en su totalidad de sus acciones en el pasado, sirva pura y exclusivamente para eso: reinventarnos, a través de la pérdida, a través de la tragedia y la superación del duelo.
Mira el tráiler de la nueva SCREAM :