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Paola Soto: la poesía es una manera de mirar

Paola Soto es venezolana y reside en Argentina, concretamente en Buenos Aires. Aún no ha cumplido veintinueve años y ya tiene dos libros publicados (y va por más). Sus títulos destacan por su sencillez y sinceridad, igual que su poesía.

Tuve el agrado de conocerla durante la gira de Elvira Sastre y Andrea Valbuena, de la cual formó parte en su presentación en Capital Federal, en el Teatro Astral en 2019.

Paola es poeta y para ella la poesía es “una manera de mirar”. Su calidez es absorbente y, fuera de su labor literaria, se muestra como lo hace en su poesía: humana y sincera.

Su primer libro fue Mal abrigada, publicado en el año 2018, y su segundo poemario llegó, para nuestra suerte, en plena pandemia. Se tituló Toda esta distancia.

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El Covid no impidió que Paola desplegara sus alas. Quienes la leemos pudimos darnos el gusto de hacerlo en un momento globalmente dificultoso. Además, nos concedió la siguiente entrevista con la misma humanidad y calidez con que me permitió saludarla en la puerta del Astral allá por 2019.

Sin más que agradecer, a este espacio la oportunidad y a Paola, por su pluma y sus ganas, les comparto sus palabras, tan literales como ella misma.

¿Cuándo arrancaste a escribir y qué comenzaste escribiendo?

Comencé a escribir desde que estaba en el colegio. Intercambiaba cuadernos con una amiga y, desde entonces, llevo diarios también. Algunos los quemé, otros los conservo. Los diarios me ayudan mucho a desarrollar la escritura, tener el hábito, y además queda un registro de crecimiento, a veces vergonzoso o doloroso, pero importante para saber dónde estoy en relación a mí misma.

¿Te acordás cuál fue el primer poema que escribiste? ¿Qué sentiste?

No, ni idea. Es que yo nunca me llamé poeta, ni pensaba que era poesía lo que estaba escribiendo. De hecho, las primeras veces que leí poesía en bares eran poemas de otros. Fue tiempo después que me animé a leer algo propio, a mostrarlo. Coqueteaba más con la idea de comunicar, de contar algo. Eso desde siempre. Cuando era más joven empecé a tener blogs, hasta ahora he tenido 3 o 4, ahí estaban las semillas de aquellos primeros poemas. Por supuesto cerré todos los blogs.

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En lo personal, yo también escribo poesía y tardé en darme cuenta de que estaba escribiéndola. ¿Cómo fue tu proceso con la poesía?

Mi proceso fue cambiando a medida que fui creciendo y a medida que fui leyendo más. Siempre fue algo fiel a la traducción de lo que sentía, o la idea de eso. Escribir para saber qué pasa. Pero con el tiempo entendí que (para mí) la poesía está en todo, si se sabe mirar. Creo que la mirada es importante en toda escritura. Y, por supuesto, tener algo que decir.

¿Tenés algún método específico a la hora de escribir? ¿Algún “disparador”?

No soy metódica, ojalá. Soy un caos. Pero una profesora que admiro me enseñó que si el caos es mi método, entonces tengo que abrazarlo y ya está. Y eso hago. Escribo mucho a mano y, si no tengo mis diarios o algún cuaderno cerca, escribo en mis notas del teléfono. Tengo una cantidad de ideas que no van a terminar en nada, seguramente, pero me gusta escribirlas, tenerlas ahí. A veces es un sonido o un sentimiento que no descifro o una descripción de algo que por fin entendí o sueños. A veces sueño con frases o me despierto de madrugada para escribir textualmente lo que vi y la imagen en sí, o la reflexión de eso, es algo que me interesa. Como los poemas de Mal abrigada que hablan de sueños, por ejemplo. Fueron sueños de verdad.

¿Cómo te decidiste a publicar tu primer libro?

Fue algo como predestinado. Tenía una cantidad de cosas escritas antes. Mi primer libro no iba a ser Mal abrigada sino, seguramente, una recopilación de todos aquellos poemas que menos mal no se publicaron. Bueno, solo uno, ahora en Toda esta distancia. Y cuando me vine a vivir a Buenos Aires en el 2016 pasé por una especie de ruptura-redención que me transformó de una manera inesperada y de allí nació Mal abrigada, sin querer, en un invierno entero. Luego leí uno de esos poemas en un bar en San Telmo, donde estaba la editora de Peces de Ciudad de entonces y a los días me envió un contrato editorial. Al año siguiente entré en contacto con Valparaíso y ahí va.

Leí Mal abrigada y me fascinó. ¿Tenés ganas de contarnos lo que sentiste al verlo terminado?

Ganas de no volver a verlo porque lo iba a seguir editando (risas). En algún momento sentí vértigo, pero después me desprendí sin problema, lo solté sin más. Nunca voy a volver a ser la persona que escribió ese libro, y es triste y precioso a la vez. Supongo que suele ser así la relación con las cosas que creamos y que vienen de adentro (me pasa igual con Toda esta distancia): un amor-odio, un espejo, algo. Los procesos son muy reveladores. Lo cierto es que les tengo mucho cariño a los dos libros, pero ya lo que pase después no depende de mí, entender eso me hizo bien.

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¿Brindás talleres de escritura o pensás en brindarlos en algún momento?

Es mi mayor deseo ahora, lo tengo en proyectos. Ojalá este año me deje.

​¿Qué autores te inspiran?

No me pasa que leo a alguien para ponerme a escribir, pero sí que cuando leo a alguien que me gusta, aprendo mucho. Me da por etapas, ahora estoy enganchada con Alicia Genovese, por ejemplo, con Jesse Lee Kercheval y con Ocean Vuong.

​Si pudieras sentarte a charlar con alguno de esos autores, ¿con quién lo harías?

Con cualquiera, pero los escucharía más bien.

¿Admirás a alguien?

Admiro mucho la inteligencia.

¿Qué es para vos la poesía?

Una manera de mirar.

¿Y qué recomendación nos hacés a quienes queremos compartirla, pero nos da vergüenza mostrar lo que escribimos?

Si no me falla la memoria, en un encuentro con la escritora americana Lorrie Moore, una señora del público le hizo una pregunta parecida, y ella dijo algo que puede parecer chocante, pero es maravilloso: “No estás obligada”. Y es cierto, y quizás hasta es un alivio. El compromiso de quien escribe es con lo que escribe. Si lo quieres compartir, anda. Si no, no pasa nada. Cualquiera de las dos está bien.

¡Gracias, Pao!

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