Título: Otra vuelta de tuerca
Autor: Henry James
Editorial: Agebe
Páginas: 124
Género: Novela de terror
Un barco abandonado a la orilla del mar; una hamaca vacía moviéndose en una plaza desolada; ventanales golpeando contra los vidrios en medio de una tormenta eléctrica en plena madrugada; la cara en primer plano de un antiguo muñeco que yace sobre el piso de un altillo abandonado. Imágenes editadas bajo un filtro grisáceo, acompañadas de música de suspenso, superpuesta con risas maquiavélicas y chirridos de puertas y pisos. Finalmente, un fósforo que se prende e ilumina el ambiente en donde reinaba la oscuridad. Un grupo de amigxs reunidxs alrededor del fuego en medio del bosque. Unx de ellxs toma la palabra y la bolsa que contiene el polvo que aviva la llama de la fogata. La historia comienza y El Club de Medianoche se dispone a escuchar.
Así comenzaba cada capítulo de ¿Le temes a la oscuridad?, serie de Nickelodeon que, mucho antes de la existencia de Netflix, acompañó la infancia y la juventud de quienes tuvimos el privilegio de transitar los noventa. Cada noche, centenares de televidentes se disponían a ver y escuchar la historia que El Club tenía para contar, como si cada unx de nosotrxs estuviera sentadx en uno de los troncos alrededor de su fogata y en medio del bosque. Es que la tradición de narrar relatos de terror es añeja y se mantiene con el paso del tiempo, tanto como los festejos de Halloween alrededor del mundo. Y en parte se lo debemos a lxs grandes del gótico del siglo XIX que no solo mantuvieron con vida la tradición del terror, sino que la explotaron como nadie lo había hecho antes que ellxs.
Un grupo de amigxs, que por las noches se convierten en oyentes de historias de terror alrededor de una chimenea en una mansión alejada de Londres, es la escena con la que se inicia Otra vuelta de tuerca, la célebre novela de Henry James. Desde el comienzo, la técnica del relato enmarcado introduce la mística del relato cercano, pero ajeno a la vez, y las intrigas que se generan sobre él por parte de lxs receptorxs. A su vez, el agregado de que la historia principal haya sido escrita por su protagonista en forma de carta, y que dicha carta se encuentre bajo llave en un cajón alejado, y que tanto la llave como la carta viajen de una ciudad a otra para leer los manuscritos en la próxima reunión de lectorxs agudiza el misterio que tiñe cada una de las páginas de la novela.
Una institutriz que debe encargarse de la educación de dos niñxs en una vieja mansión inglesa no resultaría extraño, ni terrorífico, más aún si nos remontamos a 1898, año de publicación de la novela. Ni siquiera el hecho de que en el transcurso de los capítulos las apariciones de fantasmas se hagan cotidianas para la protagonista nos llevaría a pensar que se trate de una gran historia de terror. Sin embargo, Otra vuelta de tuerca no solo es una de las novelas más difundidas de Henry James, sino que también marca todo un hito en la literatura gótica y psicológica de fines de siglo. Esto se debe, en parte, a que el autor logra un tono propio de la institutriz, bajo el formato de relato autobiográfico, que aumenta el horror de los hechos narrados, a la vez que maneja el suspenso de una forma magistral a partir de la explotación de los recursos propios del gótico –mansiones con ventanales, ruidos en la oscuridad, tormentas que se desatan de un segundo a otro y paisajes desolados propicios para lo sobrenatural– de una forma innovadora que va dejando huellas difuminadas de los sucesos y sus desenlaces.
El suspense toma forma, entonces, de thriller psicológico por momentos ya que el misterio se maneja, y se consigue, por el ambiente enigmático que se construye a partir de la psicología de los personajes, haciendo entrar a lxs lectorxs en un juego psicológico donde todxs ocultan cosas, aunque lxs fantasmas estén a la vista. La intriga sobre lo que sucede llega así a desesperar por el velo que cae sobre los hechos y las versiones que se desatan sobre ellos, al punto tal de preguntarse si las apariciones son producto de la imaginación o de la locura. Lo fantástico da un giro a partir de la paranoia y la persecución en la que todxs llegamos a sentirnos inmersxs, dado que pareciera que nadie termina de plasmar la totalidad de su versión sobre los hechos. Todo termina estando bajo llave, como la misma carta en la que está escrita la historia.
La obsesión por llegar a la verdad –qué verdad es otra de las preguntas que afloran en este punto- termina dominando a la protagonista, quien arrastra a cada persona que se le interpone en el camino, lectorxs incluidxs, al miedo y la perdición, generando la sensación de que siempre se tiene otra vuelta de tuerca para dar, y esto nos enloquece. Además, como si no bastara con todo lo anterior, Henry James desliza, de forma tan sutil como increíble, retazos de la sociedad inglesa de fin de siglo, en una clara crítica a sus formas de educar, de administrar la economía, de concebir los géneros y la religión.
Otra vuelta de tuerca se destaca, entonces, por ir más allá del mero horror provocado por fantasmas y noches de tormenta. Es precursora del terror psicológico, inaugurando toda una corriente psicoanalítica novedosa para su época de publicación, a la vez que se adentra con minuciosidad en la cultura de fines del siglo XIX. En ella confluyen el mundo sobrenatural, propio del género fantástico, y los vicios del mundo cotidiano, en una fusión que representa a la perfección la esencia del propio Henry James. Y en el medio, la visión de lxs dos ninxs que ponen en jaque el mundo de las apariencias y la felicidad con su inocencia que escapa a la desigualdad entre las clases y la cosmovisión tradicionalista que domina a lxs adultxs.
Un relato sobre el que siempre se profundiza, cavando hasta lo más hondo, dando giros temáticos y genéricos, ensayando posibilidades e interpretaciones, ajustando y desajustando las tuercas, que nunca dejan de girar, ni siquiera en la última página del libro, ni de la vida.
POSDATA
Existen un sinfín de adaptaciones audiovisuales de esta novela que sobrevive al paso del tiempo. Podríamos mencionar la versión homónima de Eloy de la Iglesia, lanzada en 1985, donde la institutriz es reemplazada por un profesor; o bien la de Graeme Clifford, en 1989, donde el foco se sitúa sobre los espíritus que poseen a lxs niñxs. Por su parte, la adaptación de Rusty Lemorande y Peter Weigl, en 1992, cuenta con figuras estelares y un gran nivel de fidelidad en comparación con la historia original; y, por último, podemos mencionar la reciente serie de Mike Flanagan, estrenada hace pocos meses bajo el título de The haunting of Bly Manor, sobre la cual podés leer acá.
Excelente reseña!