Los tiempos de hoy se ven atravesados en todas las esferas de la vida por la tecnología digital y la velocidad. Estar conectados a la red durante las 24 horas del día, todos los días, ya es algo que forma parte de nuestro cotidiano, a tal punto que a ciertas personas se les hace inconcebible la vida de otra manera.
En un mundo donde lo intangible va ganando cada vez más terreno, parece despertar un impulso nostálgico de recuperar y traer al presente ciertos objetos que parecían haber quedado fuera de la modernidad líquida que define nuestras vidas.
De esta manera, la música no escapa a ello y hoy nos encontramos ante una industria musical cuyo canal principal de difusión es internet. A la par, desde hace unos años viene sucediendo un resurgimiento de la demanda de música a través de canales físicos distintos al streaming. Son cada vez más las personas que eligen consumir artistas en formatos más tradicionales, como el vinilo o el cassette, seguido por el CD.
Durante el 2020, en Reino Unido se vendieron alrededor de 4,8 millones de vinilos y 150.000 cassettes. Mientras, en Estados Unidos las ventas de discos de vinilo superaron a las de CD´s y el número de cassettes vendidos rondó por las 283.000 cintas, según datos oficiales de Billboard.
La ola vintage es alentada por muchos de los artistas más exitosos a nivel mundial, que no dudan en lanzar al mercado su música en estos formatos físicos clásicos, convirtiéndolos en piezas de colección que cualquier fanático quisiera tener. Grandes personalidades como Dua Lipa, Lady Gaga, Ariana Grande, Harry Styles, Billie Eilish, entre otros, son algunos de los que optan por comercializar su arte de esta manera.

Ya es una realidad consolidada la de los formatos físicos de música como una segunda opción después del consumo por streaming. Los discos y cintas que se creía iban a desaparecer, hoy parecen estar más vivos que nunca, ganando un valor especial como un puente entre el pasado y el presente.
Sin embargo, los escépticos sostienen que estos formatos traen más inconvenientes que puntos a favor, sobre todo por los costes de producción. Para Peter Robinson, editor y fundador del sitio web musical PopJustice, «los cassettes son el peor formato para música de la historia, y se los dice alguien que tiene un single de Keane en un pendrive USB».
A pesar de las falencias en la calidad de audio y las complicaciones técnicas, la añoranza por recuperar algunas piezas del pasado dota al estos objetos de un romanticismo particular que nos hace encariñarnos con ellos y despierta en nosotros el deseo de re-descubrir a los artistas #1 de hoy en estos formatos.
En cuanto al caso particular del vinilo, un reciente estudio reveló que la Generación Z compra más vinilos que los millennials. Los resultados de una encuesta realizada por MRC Data apuntaron que el 15% de las personas de la Generación Z consultadas adquirieron discos de vinilo en los últimos 12 meses, por otro lado, sólo el 11 % de las personas nacidas antes de 1997 respondieron igual.

Estos datos confirman que es el público joven el que más se inclina por el consumo musical en formatos clásicos, sea por una moda pasajera o por la añoranza de una época dorada de las disqueras que no llegaron a vivenciar.
Para la juventud enteramente atravesada por la era digital y la red, con el celular ya como una extensión del propio cuerpo humano, se transforma casi en una necesidad el vínculo con elementos tangibles que se puedan tocar con nuestras propias manos, usar y apropiar.
Algo es claro, resulta atractivo e interesante pensar como hoy en día conviven y se retroalimentan todas estas formas de consumir música, siendo capaces de conectar con ella con todos nuestros sentidos.