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Los Sonámbulos: viaje adentro de un sueño febril

Familias argentinas al sol. Mosquitos. Transpiración, el calor agobiante en los campos bonaerenses. Familias juntas, familias separadas, familias al borde. Algo que vimos en La Ciénaga, ópera prima de Lucrecia Martel, estrenada durante el turbulento 2001. Casi veinte años después, Paula Hernández (Un amor, Las Siamesas, Herencia) trae su cuarto largometraje, Los Sonámbulos, estrenada en 2019 y preseleccionada como candidata al Mejor Largometraje Internacional en los próximos Premios Óscar. 

Aunque el filme nos hace testigos de las dinámicas de todo un enjambre familiar, ubica a Luisa (Érica Rivas) como punto de partida, quien se despierta en el medio de la noche para encontrar a su hija, Ana (Ornella D’elía), durante un episodio de sonambulismo, detenida en el medio del baño, desnuda e inmutable. Marcada y temerosa por lo que pasó, que no solo es signo de un rasgo hereditario sino también del despertar sexual de su hija, Luisa viaja junto a su marido, Emilio (Luis Ziembrowski), y Ana al interior de la provincia para alojarse durante las fiestas de fin de año en la enorme y antigua casa de Memé (Marilú Marini), la abuela paterna de Ana. Una vez ahí, empiezan a revelarse las tensiones que giran en torno a una abuela autoritaria, a la llegada de un primo enigmático y, más aún, a la venta de la gran casa, que también reclama su protagonismo.

Érica Rivas en ‘Los Sonámbulos

La noche es, tradicionalmente, sinónimo de oscuridad. Las mejores y las peores cosas se pueden esconder en la noche. En este caso, es en ella en donde la narración encuentra su causa, porque las luces naturales (o la falta de ellas) conforman uno de los recursos elementales de la película. La cámara documenta a los personajes a veces desde la distancia, otras, estratégicamente cerca, y lo que muestra son interpretaciones espontáneas, naturales. 

Casi toda la atención se la lleva Érica Rivas, de lleno en el papel de una mujer que parece ser espectadora de las circunstancias, adormecida por la frustración de un matrimonio en el que ya no se siente -o en el que nunca se ha sentido- cómoda, de una profesión que no la satisface, de una hija adolescente que rehúye de ella y de una familia que la agobia. Pero el filme, que durante sus ciento siete minutos de duración construye sin problemas la sombra que crece sobre los personajes, también sondea las vicisitudes de las relaciones entre madres e hijes, el puerperio y los mandatos sexistas que se agolpan durante y después del nacimiento. Tres generaciones ponen al descubierto estos planteos, que recaen con mayor peso en Luisa, una madre que vive y sufre por su rol, y que encuentra la justificación de su ruptura con la hipocresía familiar a partir de su propia maternidad. 

Los Sonámbulos hace bien en mostrarnos cómo, poco a poco, la fractura de fondo se extiende hasta alcanzar el estallido. Paula Hernández, quien estuvo a cargo también del guion, traza de forma equilibrada una historia madura, impactante por su realismo, que no necesita de golpes bajos para traducirse en el resultado final. 

Podés mirar el tráiler acá. 

Autor

Lucila Acciarressi

Comunicadora y periodista cultural.

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