En vísperas del cóctel de emociones que Argentina nos prepara en la actualidad, una joyita sumergida entre las opciones que la plataforma virtual de series y películas más conocida del mundo propone, ha tomado la figura de una máquina del tiempo de nuestro país, iluminando sus mejores ángulos y optando por digerir las dificultades desde el humor.
Se trata, nada más ni nada menos, que de Los Simuladores, la serie televisiva argentina emitida desde marzo de 2002 hasta enero de 2004, dirigida por Damián Szifron y protagonizada por Federico D’elia como Mario Santos, Diego Perettietti como Emilio Ravenna, Alejandro Fiore como Pablo Lampone (de los cuatro, mi favorito sin dudas) y Martin Seefeld como Gabriel Medina, un grupo de personas encargadas de simular situaciones para resolver problemas de terceros, quienes acudían a su servicio cuando tocar fondo parecía la única opción.
Dado el contexto en el que se difundió el programa, Los Simuladores carga con ese plus valor de afinidad hacia sus seguidores, reflejando una realidad que la Argentina vivía en ese entonces, cargada de incertidumbres y descontentos frente a conflictos tan vecinos a uno que provocaban escalofríos. Los despidos, la llegada de empresas extranjeras al país y el cuidado hacia los jubilados son algunos de los asuntos que se tocan en la tirada nacional.
Sin embargo, tampoco está demás resaltar cómo la serie de Szifron se adelantó a varios argumentos que hoy en día son material de discusión social en la boca de la mayoría. La inclusión de cuerpos y búsqueda de ruptura de estereotipos amoldan uno de los capítulos de la misma, sin dejar afuera tampoco al problema del bullying o la violencia de género. Desde un guion ingenioso y una creatividad destacable por parte del equipo de trabajo de la serie, conflictos sociales como los mencionados no fueron descartados de Los Simuladores.
Y es que, en realidad, si uno se pone a hilar fino acerca de la serie en cuestión, entiende que el verdadero rol de estos simuladores no era más ni menos que llevar a cabo la conocida justicia social, desde el remedio más argentino posible, y es entonces que hablamos de la sutil y célebre estrategia del engaño. En la mayoría de los capítulos, quienes acuden a este grupo de personas por necesidad urgente, no cuentan con otros pedidos que no se basen en la justicia y respeto que se merecen y se les debería cumplir, pero por el contrario, se les pasa por encima.
Ahora también, último pero no por eso menos importante, Los Simuladores es una de los pocos trabajos televisivos argentinos que se tomó el minucioso trabajo de mostrar al país desde los puntos turísticos y más estéticos con los que contamos, de una manera tenue pero imponente, demostrando al televidente que la belleza de nuestro país sigue intacta, sin esfuerzo, y la forma más eficaz para detectarla es contemplarla el tiempo que se merece.
Altamente recomendable para una tarde de fin de semana laxa de responsabilidades, o una noche como compañera de una bebida a gusto personal y helado en cantidades, Los Simuladores se mantiene como una pieza atemporal que nos ayuda a respirar más hondo en tiempos de ira y desgano.