Mientras se calienta el agua para el mate leo el primer poema. “Ridículo es que me des/ mandados en lugar de sexo”. Sigo en voz alta porque los poemas lo requieren así.
A los demás los dejo para después. Los llevo a la costa y los leo en el auto, en voz baja para no molestar la charla de adelante. Cuando vuelvo a casa, me siento en la cama y ansiosa los leo todos de nuevo. Esta vez en voz alta. La caída entre un verso y el siguiente lo requiere así.
La protagonista de la Piel curtida del verano (Hexágono Editoras, 2021) de Julia Leggiero es una argentina que espera en un departamento en Parque Rodó, Uruguay. “Mi condena es ser/ quien espera”. Y algo en esas líneas me hace pensar en Idea Vilariño cuando dice “Querido/ no te olvides/ de que te espero siempre/ cada noche te espero”. La voz poética que crea Leggiero, más descontracturada y coloquial, espera, resignada y fastidiada por el calor, a que él venga, aún sabiendo que va a llegar tarde o directamente ni va a venir. Para matar el tiempo limpia, hace las compras, cocina, lee. “Y es como si fuera una ridícula total/ leyendo La uruguaya en tu depto”.
El tono y la geografía del libro se entremezclan: el vacío y la melancolía de ser una inquilina abandonada, la humedad de las ciudades que duermen frente al mar, la transpiración del verano deslizándose hasta las sábanas, la molestia de saber que eso que se espera no va a funcionar, la resignación de esperar de todas maneras. “No tengo destino seguro y no hay/ pueblo al que quiera regresar”.
Los poemas empiezan en un presente que narra la quietud de las paredes blancas y lentamente se vuelcan al pasado con la certeza de lo que ya solo es recuerdo. La melancolía tiñe la cotidianidad con la que la voz de la protagonista narra. En su primer poemario Julia Leggiero nombra todas las marcas que el calor y el amor dejan en el cuerpo, como huellas en la arena o dedos en un vidrio.
