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Hoy se arregla el mundo: la creencia en la relación padre e hijo en medio del artificio televisivo

Escrita por Mariano Vera (Mamá se fue de viaje) y dirigida a manos de Ariel Winograd (El Robo del siglo, Sin Hijos), Hoy se arregla al mundo ya está disponible para ver en Netflix: una dramedia (drama y comedia en la licuadora) que a partir de la muerte, traza un paralelismo entre la creencia en los medios televisivos y la posibilidad de la construcción de un lazo entre padre e hijo más allá de lo biológico.

No es mi intención empezar a buscar adjetivaciones que edulcoren estos párrafos para convencerme de que ví una película que me haya hecho temblar el piso o propuesto un nuevo panorama sobre las relaciones paternas filiales. Pero sí acierta, y bastante bien, en situarlo desde el espacio de los medios de comunicación: la televisión y su ficción que vende con la intención de hacernos creer en lo que consumimos, aunque paradójicamente, creamos cada vez menos.

David o “El Griego” (Leonardo Sbaraglia) es productor y director del programa televisivo que da nombre a la película, detalle nada azaroso. Tiene la cabeza anclada a todo lo que tenga relación al mundo de los decorados en el que construye su vida y las ventajas de la publicidad por canje. Separado de Silvina (Natalia Oreiro) y con un hijo de 11 años en común, Benito (Benjamín Otero), de quién, después de la muerte repentina de Silvina, David descubre que no es el padre biológico. El personaje de Sbaraglia es calco puro, el estereotipo de hombre que no conoce el desfasaje de lo laboral a lo personal, de lo público a lo íntimo que pueda significar reunirse en un ambiente familiar.

Leo Sbaraglia (David) – Benito (Benjamín Otero)

El Griego es el nombre por el cual Benito, al igual que todo el mundo dentro del set televisivo, se refiere a David siempre que comparte momentos con él. No hay padre, pá, papi o papá en sus palabras. Y tampoco en su vida, tanto que en el momento en el cual David le cuenta que no es su papá, directo y sin suavidades más que una metáfora simple y efectiva como el pinchazo que vacuna, doloroso pero que al fin y al cabo hace bien, Benito reacciona con un ni fú ni fá que no hace más que esconder el dolor por la verdad y la vergüenza de no tenerlo. 

Y como el único acto de atención y empatía con quien creía hijo suyo hasta el momento, un acto que parece ser más por necesidad personal y beneficio propio, David empieza junto a Benito, quien desea mantener la acción en secreto entre ambos y a modo de juego que nunca tuvieron oportunidad de compartir, la búsqueda de ese padre biológico. Ese padre de verdad que tiene que estar en algún lugar. 

Con momentos muy inteligente que me hicieron largar buenas risas (puntualmente el momento con los payasos es maravilloso) y un elenco que responde a lo comicidad que demanda el guion, Charo López, Luis Luque, Solita Silveyra, el viaje repite la fórmula del puerta a puerta recibidos por una serie de noes que no hace más que ir acercando la distancia y recuperando, si es que eso lo podamos hacer, el tiempo vacío entre los dos.

Mientras se lleva a cabo el recorrido en pos de resolver la gran incógnita, los asuntos laborales de David, o El Griego, van en picada. El afiche de “Hoy se arregla el mundo” deja de estar visible en las afueras del canal y sus días al aire parecen a estar contados, los horarios de transmisión empiezan cambiarse y las ideas para las historias ficticias del talk show escasean más de la cuenta; todo es síntoma de que el “mundo” que prefiere David no parece estar cerca de arreglarse…

Cuando la aproximación a la respuesta se acerca, Benito parece desilusionado por otro descubrimiento: el artificio televisivo. Eso que se ve en los programas de televisión, eso por lo que la gente sufre, y su sufrimiento en sí, o discute frente a cámara, no es verdadero. Lo importante es que todo “pasa por que te la creas”. Pensamiento osado, aunque válido por el peso que conlleva alimentar una idea de ilusión ligada al rating… Así es como el mundo de David, ya no “El Griego”, empieza a funcionar. No el mundo ficcional, sino el mundo paralelo, el que gira gracias a que implementa la creencia en su rol, o en la posibilidad de su rol, en el vínculo con Benito.

David cree, quizás mientras la búsqueda continúa, que todavía hay tiempo y pueda ser esa figura de padre para el hijo que siempre estuvo ahí por fuera del set y atrás de las cámaras, en un colegio diferente al que creía al principio, ese hijo que prefiere una pizza antes que una comida japonesa que viene de arriba. El mundo ficcional de David, el cuál era uno con él, frena el modo de rotación y traslación para terminar eclipsado por el mundo de los vínculos genuinos y, al parecer, las segundas oportunidades… esas que no buscaba…

Autor

davidjuanjosepasos

Estudiante de la licenciatura en Artes Audiovisuales en la Universidad Nacional de las Artes. Guionista, cuentista y redactor.

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