Abraza el stand up para convalecer del camino que la dejó malabarear sus emociones. En esta segunda temporada, descubrimos que Mae Martin padece de PTSD (Trastorno de Estrés Post Traumático), después de experiencias shockeantes de su juventud, de las que intentará reconstruirse aferrándose a su novia, George (Charlotte Richie).
Feel Good es una producción original de Channel 4 que encaja en la línea de dramedias semiautobiográficas, creadas y protagonizadas por comediantes profesionales; en este caso, Mae Martin, una canadiense afincada en el Reino Unido.

¡ALERTA! Esta crítica se escribió después de ver la segunda temporada de Feel Good, por lo que contiene spoilers.
La comedia dramática se centra en una comediante canadiense queer que lucha por controlar conductas adictivas, intentando no caer en sentimientos que viene ocultando hace años, combinados con una nueva relación floreciente y el intenso romanticismo, que la desborda.
En esta segunda temporada, Mae y George pueden crecer juntas o separarse. Recordemos que la primera entrega nos dejó un final con las protagonistas en puntos diferentes de la historia.
Ahora, vemos a Mae mucho más enfocada en priorizar su salud mental y entendiendo que George no puede ser el sostén de su estabilidad. Así enfrenta una inmensa presión con su carrera y la búsqueda del éxito, con el miedo al compromiso y una tirante relación con sus padres que la dejan en el punto de partida, sintiéndose solo una adicta.
Además, la historia da giros interesantes. La buena relacion de Phill (Phill Burgers) con los padres de Mae muestran el deterioro que causó la adicción en la relación desde su adolescencia, y explaya en esta segunda temporada la frustración y el dolor parental de no saber manejarlo, junto con la soledad ante la necesidad de sostén que sufrió Mae.
También, rozando el movimiento #MeToo, el acceso de Mae a la TV muestra cómo, a una víctima, visibilizar su abuso para prevenir a otras personas puede costarle mucho más que exponer su intimidad.
Al llegar el final de la temporada, Mae entiende y reflexiona que el stand up fue un oficio hermoso en su vida, pero que lo construyó con todas las dificultades inconclusas que abarcaron su adolescencia y que trabaron el desarrollo de su vida; que cada frase en el escenario era una puñalada hacia ella misma. Es así como toma las propias riendas, enfrentando sus peores enemigos, y optando por nuevos caminos, encontrando resolución y claridad en la vida, a la vez que junto a George hacen un viaje emocional desde Inglaterra a Canadá.

Si bien distintxs criticxs habían afirmado que no era necesaria la continuación de la serie, Feel Good fue la excepción a la regla. Con un lado mucho más humano, centró el enfoque en una relación primeriza en sexualidad y emociones, y en hablar de trastornos que dejan de estar invisibilizados en la labia para pasar a la pantalla grande. La nueva temporada es sublime y supera a la primera en calidad y originalidad, aunque la serie ya era sobresaliente.
Con personajes carismáticos y multidimensionales, muestra cómo entre la pareja todo resulta fácil desde el principio, y que lo complicado viene después de salir de la banalidad de la atracción física y la química sexual.
Menos de tres horas es todo lo que dura la segunda temporada de esta serie británica. Lo mismo que la primera, cada una de seis episodios de menos de media hora. Lejos de ser rápida o fugaz, lo que consigue su creadora y protagonista, Mae Martin, es una profundidad preciosa.
Drogadiccion, delitos de pedofilia y abuso sexual, identidad, superación personal, transición y madurez, traumas, ataques de pánico, confusiones en la auto identificación de género, dependencia emocional y relaciones tóxicas, todos temas enmascarados en una comedia de humor negro.
Feel Good, segunda temporada, está disponible en Netflix desde el cuatro de junio.