“Acá no vas a encontrar lo que estás buscando…” le dice uno de los personajes a Santiago (Leonardo Sbaraglia) en la previa al año nuevo en Brasil, después de haber compartido cama. Errante Corazón (2021) despierta y atrae. Juega en composé con la imagen inestable de una vida en donde muchas veces no se consigue hacer pie. Es como estar con las piernas en constante movimiento en el oleaje cotidiano y así evitar hundirnos.

La película de Leonardo Brzezicki es un recorrido estancado en el ir y venir, un desplazamiento por sensaciones que desbordan de las que uno busca escapar, asomar cabeza para tomar aire. Pero no te sueltan; te cargan de emocionalidad.
Santiago pasea con un peso omnipresente encima, de acá para allá. Cuando para él la fiesta se termina y el sol invade los ambientes, cuando empieza a secarse lo que exudan los cuerpos ajenos que ya no lo hacen parte del placer grupal. Entonces a Santiago le queda volver a su lugar, a ese departamento donde convive con su hija, Laila (Miranda de la Serna), después de que su ex mujer levantara vuelo hacia Brasil. La cuestión es que Santiago está en una crisis que lo cubre todo: el vínculo de mecha corta que tiene con su hija, las reminiscencias de la ausencia de un padre y las comparaciones de la figura materna, la imposibilidad de dar por caducada una relación con Luis (Roberto Ajaka). Todo esto cubierto bajo la búsqueda de un equilibrio, posicionado en una balanza que pesa más del lado de los excesos y de las giras nocturnas y recurrentes.

Santiago puede ser el envase donde se recolectan las experiencias o las crisis de vida, que se llena, rebalsa, y sigue desbordándose; como todos en algún momento lo hicimos o lo podemos llegar a hacer. Ahí está el punto certero que marca Errante Corazón, la aproximación a una identificación directa con nosotros. Identificación que alcanzamos a tener frente a frente y no podemos hacer otra cosa más que acariciarla, sentirla y sufrirla dependiendo cada quien. Encarna a nosotros mismos, a ese amigo, ese familiar que está a punto de hacer erupción en cualquier momento, pero que intenta apaciguar lo que arde estando en constante movimiento.

En Errante Corazón se personifica momentos de quiebre que vuelven para hacernos recordar que ahí están, que siguen siendo parte aunque intentemos darles la espalda. Aparece la desesperación por estar en el lugar exacto de la pertenencia, la correspondencia de ocupar espacio en y para alguien y, quizás así, encontrar un equilibrio. Y si existe el lugar, entonces el equilibrio ¿por qué es tan complejo de encontrar?
Disponible para ver en HBO MAX