Satori significa comprensión. Las personas que practican la religión budista explican que es aquel momento donde una persona llega a la consciencia de que el tiempo no existe y, gracias al presente, a ese presente donde estamos parados mientras leemos esto, es desde donde nace un pasado y un futuro. El Satori es un instante de ‘no-mente’, es un episodio efímero donde las preocupaciones parecen desvanecerse y el cuerpo se siente más liviano; y en tanto nos sentimos cada vez más separados del suelo, más rápido podemos correr, más fuerte podemos golpear, más intenso podemos amar y con menos muerte podemos vivir. El Satori es invisibilidad, es alienarse de las heridas y la prolongación del ahora. Y por más filosófico que suene, la realidad es que simplemente en lo profano es donde se puede experimentar esta iluminación. Es que esa es la esencia de este estado que tanto parezco vanagloriar.
El tesoro que esconde el Satori es que esa sensación absorta está ubicada en lo más cercano que tenemos en nuestras vidas: las noches largas de charlas hacia una nada, las sábanas enroscadas entre los cuerpos que se conquistan, las carcajadas insensatas en la cocina de un mejor amigo. El Satori es la felicidad más pura en búsqueda.
Y mientras en un contexto tan poluto y asustado como el actual se desea con la garganta en hartazgo encontrar de una vez una fortuna que está frente a nuestras narices, hay quienes no solo la consiguieron hace rato, sino que hasta parecería ser que el efecto fue al revés: el Satori los encontró a ellos.
En esta ocasión conversé con Santiago Motorizado sobre cómo Él Mató a un Policía Motorizado se propuso desde su primer lanzamiento devolverle a una sociedad tropezada, la pigmentación de la vida con sus heridas e incertidumbres y, sobre todo, en estrellar la melancolía hasta convertirla en partículas para que acobije el dolor.
La banda, compuesta por Santiago Motorizado (bajo y voz), Niño Elefante (guitarra), Chatrán Chatrán (teclado), Pantro Puto (guitarra) y Doctora Muerte (batería), nació en medio de un caótico 2004, con llegadas y partidas, como fue la tragedia de Cromañón y la avalancha tecnológica que el internet amenazaba. Con guitarras distorsionadas y gritos ardientes en la voz, se presentó a la cultura desde la cólera, desde el desapego a lo que se avecina y lapidar de una vez por todas lo que quedó atrás. Desde su trilogía –Navidad de Reserva, Un Millón de Euros y Día de los Muertos-, propuso ese necesario borrón y cuenta nueva, pero desde un espectro más crudo y voraz, donde el nacimiento es más bien una pérfida resurrección, la vida está filtrada de las cosas innecesarias y en la muerte hay una festividad borracha y alucinada, donde finalmente, se encuentra ese Satori.

PH: Florencia Petra
Y, si bien la trilogía es en conjunto una hermosa destrucción, en cada álbum -mejor dicho, en cada etapa- hay un punto de quiebre donde esa destrucción de la que hablo da pie a que se avance al ciclo siguiente. Es algo constante porque la catástrofe es genuina en la vida de cada uno y hasta es la parte más linda, porque abre las cortinas a un nuevo episodio. Esa constancia se mantiene también en los trabajos de la banda, donde hay destrucción hasta en La Síntesis O’Konor, e increíblemente, en Destrucción, no vamos a encontrar esa crisis.
“A nivel artístico, yo creo que El Tesoro tiene mucho eso, con respecto a la historia misma de Él Mató. Y también la elegimos por eso como adelanto. En un momento estábamos entre esa y Ahora Imagino Cosas, que salió después como corte, pero sentíamos que esa continuaba un poco con el espíritu de Él Mató. Nos gustaba mucho, pero sentíamos que no daba una sorpresa más potente como la que iba a generar El Tesoro. Después hay canciones que tienen también ese espíritu, y generaron una conexión con el público. Por ahí puede ser El Mundo Extraño o Fuego, porque ahora que estamos así hablando un poco de la idea de destruir los parámetros, Fuego casi que no tiene guitarra. Entonces, una banda tan guitarrera como Él Mató de repente llega a ese punto y que de alguna manera genera que uno lo puede escuchar y lo puede reconocer, más allá de que esté mi voz y ciertos elementos, pero a la vez tiene esa particularidad, y eso estuvo bueno, jugar con otros planos de la instrumentación.”
Hay un factor interesante en todo esto y se trata del Big Bang que se genera cuando dos cosas iguales con diferentes propósitos se cruzan. Me refiero puntualmente a aquel cataclismo interno que cada uno transita a la hora de escuchar a Él Mató. Es una tensión más cercana a la euforia que una fractura, y lejos de causar estragos, es un espasmo de colores y endorfinas. Y la forma más eficaz de conseguir esta noción es desde el factor que más nutre a esta banda y explica de dónde nace esa magia tan enigmática y envolvente: sus recitales. En este contexto limitado y nostálgico, se escucha a gritos La Cobra, esperando volver a revolear el corazón entre el humo y la guitarra, y que la tecnología no comience a actuar como un atentado contra la naturaleza de la banda.
“Siempre entendimos eso de lo que significa la experiencia en vivo, de estar en un show. Es otra experiencia, la música grabada y la música en vivo, pero nos copaba cuando había como un clic cuando nos veían en vivo, como diciendo: “acá está pasando algo”. Y siempre fuimos también un poco reservados a la hora de mostrar esto, que quede como una cosa de misterio a descubrir. Eso fue en un principio, cuando había fotolog, cuando no había tanta red social. No es algo que nosotros queramos, ya entre las redes sociales, las historias de Instagram, que cada uno puede hacerlo y filmarlo, eso se fue rompiendo solo. No lo podés detener. Y a partir de que eso se rompió, nosotros también empezamos a jugar y mostrar nuestras versiones, unos pocos fragmentos de lo que es el show en vivo. Falta mucho para que la tecnología llegue a estar a la par de lo que es una experiencia en vivo, entonces, está bueno que genere un contraste, de cuando uno está todo el tiempo en las redes y de repente va a una reunión o vive un poco la vida, y realmente lo disfruta el doble.”
Walter Lezcano dijo en su texto para el libro La Ruta del Sol que cuando uno necesita a ciertos artistas, a ciertos afectos, ellos aparecen sin que se los busque demasiado. Vuelvo a recordar que esta banda apareció en el medio de un momento muy gris y cargado de pesadumbre, y creo que esa aflicción tan dolorosa y hasta carnal es la raíz de la melancolía con la que jugamos el día de hoy sin cuestionarnos mucho por qué y para qué. Es una percepción que da vueltas sin cansancio en el aire y hace más fuerte el brillo de las estrellas. Y así como cualquier persona la transita atemporalmente, Él Mató a un Policía Motorizado no solo lo recorre, sino que lo seduce. Desde el vamos, desde Navidad de Reserva, con sus gritos y distorsiones convive con esta emoción, y se conoce de manera popular el dicho ‘todo lo que sube tiene que bajar’. Cuando se baja de esa rabia nuevamente al suelo, cuando los pies dejan de saltar y frenan un segundo para mirar el sol naciente, en ese instante resacoso y crudo, es donde nace la más tierna melancolía, sin filtro, sin furia, sin nada. En esa crudeza, nacen La Síntesis O’Konor y La Otra Dimensión, para que de repente ese desasosiego sea más suave que otras veces. La pregunta es, ¿hacia dónde va, ahora, la melancolía?
“Puede ser muchas cosas. Yo sé que va a haber un paso después de esto y esos pasos contestan lo anterior, o a lo mejor es la evolución hacia un lugar, pero evidentemente eso va a suceder, no sé bien para qué lado, puede ir para muchos lados, para un lado más oscuro o para un lado más luminoso, dependiendo un poco también del momento de lo que a uno le va sucediendo, pero todavía falta. Hay canciones para lo que va a venir, pero hay poca letra, mucha música, mucha melodía, pero todo lo que tiene que ver con las letras y eso falta un poco. En lo musical yo lo veo más arriba, más luminoso, pero después no se sabe. Hay algo que siempre rescatamos nosotros y es esa cosa melancólica en las canciones de Él Mató, y nos llegan muchos mensajes de noches escuchando Él Mató, gente que se cuelga escuchándonos y genera una sensación intensa. Esa melancolía que puede ser en un estado más de tranquilidad, sin tanto movimiento, no es lo que sucede en vivo. Quizás son las mismas canciones que, sin perder ese algo melancólico, se transforman en una cosa energética de baile y celebración, y eso a mí me copa. Es verdad que ahora esa parte de lo que genera la música de Él Mató no se puede generar. Y muchos se sorprenden, por ahí nos fueron a ver en vivo y nos preguntan en qué momento el público se enloquece con nosotros. Las canciones generan eso también, ese movimiento, por más que tengan un poco de melancolía.”

PH: Florencia Petra
No quiero detenerme mucho en el aspecto sentimental, sino que ahora me gustaría hacer mención del impacto y la fuerte participación que tuvieron en el cambio cultural que hubo en la música indie argentina. Nacieron en el principio de un siglo, en el medio de la discusión por pactar las reglas de juego, en derrumbes y albas, con una nueva propuesta de sonido tan renovador que lo que se escucha hoy responde al eco que enseñaron en estos tiernos 2000.
“Cuando nosotros arrancamos éramos una banda que hacía música alternativa e independiente, que podía entrar en lo que era la cultura indie, pero quizás era un lenguaje que no tenía una representación local como lo que nosotros hacíamos. Nosotros mezclábamos un poco de música de afuera, obviamente con nuestra lírica e ideas musicales, pero contrastaba un poco con el indie previo a nosotros, que era una cosa más de capital. Sentíamos un indie más prolijo, y ahí se generó esa disyuntiva donde decían que Él Mató era como un indie, pero mezclado con el rock barrial. Somos como más de la periferia de lo suburbano, vivimos en las afueras de La Plata y eso un poco repercute en tu arte. Ahora eso vuelve a estar, y lo que hacemos nosotros queda un poco en otro lugar. Hay como un resurgimiento de la música de la cultura independiente, pero ahora como más mainstream. Se va mezclando. Como que la industria puso un poco más de atención a esta cultura que estaba en otro plano, entonces se fue mezclando un poco el lenguaje, y artistas que tienen un espíritu más independiente, se mezclan con productores más típicos del mainstream. Obviamente que tengo un interés especial por lo independiente, porque yo lo viví como con una empatía, y porque siempre lo asocié a lo novedoso y a lo más fresco de estos últimos años, lo que sucede en la cultura alternativa independiente.”
Cuando leí por primera vez a Fabián Casas me di cuenta de que lo que me atrajo, al punto de que sea hoy uno de mis escritores favoritos, era su facilidad para hacer de las cosas comunes y corrientes de la vida, una aventura. Era la capacidad de hacer a la nada igual de llamativa que un meteorito. Algo similar me pasó con Él Mató: empecé atraída por su compañía en situaciones donde el corazón me palpitaba al borde de explotar y donde mi almohada absorbió cada y una de mis lágrimas, hasta que llegó un punto donde una cena cualquiera con mi familia me recordaba a Más o Menos Bien. Ahí, me rescaté de que lo que los hace tan únicos y estimados por el público, es justamente, que son una banda cuyo verdadero escenario es su vereda.
“De la parte lírica nunca hubo una intención de buscar ese lugar, y sí siempre se buscó dejar algo real. De que lo que estemos hablando, sea real, escribir algo, la mayoría están inspiradas en personas reales, situaciones reales, pueden variar, pueden volverse poéticas, pueden mezclar cosas que en la vida real no están mezcladas, lo que sea, pero siempre desde algo muy sincero y verdadero. En esa cosa real y cotidiana también se genera esa conexión. Y tampoco lo planeamos, es algo que sale de uno y que evidentemente genera una conexión muy profunda con el público, con quien escucha las canciones, y ayuda a que se sientan identificados, o que entiendan un lenguaje que sea más directo y genere una empatía más profunda. Yo creo que tiene que ver con eso, con lo cotidiano, y después siempre nuestra actitud escénica va por ese lado también. Por subir así, como sos, sin desvalidar otras bandas que hacen otro tipo de puesta en escena, la nuestra tiene que ver con eso, y es como nos sentimos cómodos, y creo que es lo básico que uno tiene que sentir arriba de un escenario, y eso también genera una empatía, lo fuimos aprendiendo después con el tiempo.”
Ya anteriormente recomendé poemas y recomendé momentos. Y en esta situación que actualmente vivimos, con tantas limitaciones y dudas, la felicidad se siente como un despido cada vez que damos un abrazo. Los derrumbes son más profundos, los ‘chau’ son para siempre, y al final los miedos y los golpes duelen de la misma manera. Hoy quiero recomendar dieciséis canciones de Él Mató para escuchar, cuando la cara está en el asfalto:
- Un Millón de Euros, cuando se deja atrás un trabajo tóxico;
- Nuevos Discos, cuando se termina una relación para siempre;
- Madre, cuando se discute con un amigo;
- Villancico del Final, cuando se discute con un familiar;
- Chica de Oro, cuando se recuerda ese amor que no pudo ser, pero ya será;
- Guitarra Comunista, cuando se pierde algo de mucho valor;
- Fuego, cuando se extrañan amistades;
- Lenguas de Fuego en el Cielo, cuando quedó un perdón pendiente;
- La Casa Fantasmal, cuando las plantas no se regaron lo suficiente;
- El Último Sereno, cuando no se siente miedo hace mucho;
- Yoni B, cuando se extrañan los recitales;
- Dos Galaxias, cuando se tiene resaca;
- El Baile de la Colina, cuando no hay cómo activar las endorfinas;
- Excálibur (versión 2019), cuando el barrio está desierto;
- Buscando Más Allá, cuando no hay concentración;
- Y finalmente, Más o Menos Bien, cuando todo anda mal.
Que el Satori de cada uno elija cuál va a ser el tema que los acompañe.