Hace algunas semanas, el buscador de Google me presentó, liderando el ranking de tendencias en búsquedas, el enunciado «Natalie Pérez tiene novia». La sección de noticias destacadas presentaba titulares y epígrafes que contenían frases del tipo «sorpresiva declaración», «la revelación menos esperada» e incluso «desde la cama, Natalie Pérez anunció que ya no está más sola».
Esta última noticia, en su interior, hacía hincapié en que la actriz y cantante se había separado meses atrás, que había transitado la cuarentena en soledad y que se había mostrado en redes «desde la cama con su nueva compañera». La nota culminaba con la revelación de que dicha compañera era su guitarra, afirmando que esto había llevado «alivio a todos sus pretendientes» -a quienes Natalie, en declaraciones previas, había denunciado por acoso por la cantidad y la intensidad de los mensajes que le enviaban por Instagram, con invitaciones de todo tipo.
Suficiente periodismo machirulo por hoy.
Podría usar este escrito para compartir con ustedes preguntas del tipo por qué llamaría la atención que Natalie Pérez tuviera novia al punto tal de liderar un ranking de búsquedas, o bien por qué sería una declaración sorpresiva -ni hablar de quienes le otorgaron el valor de revelación. O yendo aún más al fondo, podría hacer el intento de encontrar la relación entre el supuesto anuncio de noviazgo y la cama como lugar de enunciación -digo, no me parece significativa la locación desde donde alguien cuenta que está en pareja, o al menos no me detendría a hacer foco sobre ella- y ni hablar si indagamos bajo el iceberg de los seguidores que se creen winners detrás del telefonito y los avatares de las redes sociales al punto tal de acosar a una mujer y/u hostigarla por su orientación sexual.
Es tanta la bronca, la impotencia, el asco y la tristeza que me generaron todas estas cuestiones que no me alcanzarían los caracteres de la nota para llenar de críticas y denuncias al periodismo amarillista, chimentero y nefasto que se sustenta en estereotipos creados desde la discriminación y la violencia -simbólica, psicológica e institucional- sobre las orientaciones sexuales, al igual que lo hace con las identidades de género y un sinfín de colectivos en situación de vulnerabilidad, que siempre forman parte de coberturas periodísticas basadas en la burla, el morbo, el desprecio y la ofensa.
Porque, al parecer, a los medios misóginos, machistas, homófobos y patriarcales les encanta hablar del colectivo LGBTIQ+ si se trata de subir su número de visitas, leídas y/o seguidores a través de titulares sobre una mujer que se comparte sexoafectivamente con otra mujer -y en pleno siglo XXI, donde estas cosas parece que siguen siendo noticia- sin siquiera hablar de otros aspectos de la vida de esa mujer, como si solo nos definiera con quién nos vinculamos.
Vamos entonces a lo importante, a lo que vale la pena destacar y recomendar: la faceta artística de Natalie Pérez y el lanzamiento de su último álbum musical, Detox.
Disponible en todas las tiendas digitales, este disco -de producción independiente- fusiona distintos géneros latinoamericanos y busca, en palabras de su creadora, «desintoxicar de la rutina, los prejuicios, las frustraciones, los pensamientos, los paradigmas, los estereotipos, los malos recuerdos, el deber ser, etc.» Mejor presentación, dado el contexto, imposible.
Compuesto por ocho canciones que oscilan entre la cumbia, el bolero, la rumba y lo urbano, Detox se suma a Un té de tilo -álbum debut de Natalie- en medio de su carrera actoral de más de veinte años, con participaciones en éxitos tales como Chiquititas, Rebelde Way, Consentidos, Graduados, Guapas, Esperanza Mía, Las Estrellas, Pequeña Victoria o la reciente serie de Netflix, Casi Feliz, en donde asumió un papel protagónico junto a Sebastián Wainraich -sin ahondar en las obras de teatro de las que formó parte en sucesivas temporadas.
Una carrera plagada de libertad y pasión por el arte, devenida en múltiples productos musicales y actorales que evidencian la experimentación, el emprendimiento, las distintas facetas de la expresión y la reflexión de la propia vida. Una constante reinvención que siempre encuentra lenguaje artístico para materializarse y volverse desafío y creatividad.
Natalie Pérez, entre el té de tilo para afrontar el murmullo de las redes o el periodismo masivo, y el detox de los géneros, en todas sus acepciones.
Escuchá Detox acá.