Existen las películas en las que el guion te hace estremecer las entrañas. Hay un diálogo tan mundano como lejano que retuerce una arteria del corazón y recuerdos que ya estaban en sus últimos segundos vuelven a nacer y saltan con la misma euforia que en aquel entonces en donde aún no eran recuerdos. Hay películas cuya ira y endorfinas se generan gracias a las actuaciones. Hoy quiero quedarme con una pieza cuya música ha hecho que el pálpito de la obra sea producto de la mezcla de instrumentos y la cabeza de su compositor. En el día de cumpleaños de Thomas Newman, quiero recordar uno de sus mejores trabajos hasta la fecha: Belleza Americana.
Y si bien es un cínico pecado el de dejar a un lado otros trabajos como Cinderella Man (2005), The Green Mile (1999), o su más reciente 1917 (2019), el que vamos a poner en juego hoy es uno que, personalmente, creo que sintetiza de manera impecable lo que Thomas Newman explica en sus melodías.
Belleza Americana (1999), dirigida por Sam Mendes, cuenta la historia de Lester Burnham (Kevin Spacey) y su familia: su esposa Carolyn Burnham (Anette Bening) y su hija Jane (Thora Birch); un trío disfuncional, su manera de relacionarse con el entorno y cómo cada uno de los personajes -no sólo los protagonistas- se manejan en base a un mismo criterio: las apariencias.
La película es un manifiesto cargado de sátira, pero a su vez melancolía, acerca de la idea de encontrar belleza en los lugares más inhóspitos. Desde la ridiculización de un personaje hasta la exposición del secreto más profundo, la obra no hubiera podido llegar a ser lo que hasta hoy se mantiene siendo si no fuera por el trabajo de Newman.
Si bien el compositor cuenta con más de 70 trabajos en su cartera, estoy segura de que puedo reducir la mayoría, por no decir todos, a un punto en común escondido en la idea de liberarse del peso que uno mismo carga; ese concepto tan cliché, pero a la vez tan evadido, de encontrar la mejor versión de uno mismo luego de haber conectado con la pura y cruda honestidad de quienes somos. Y esto no lo digo con el afán de subestimar el trabajo de ningún director, sino como una afirmación que nace de conocer el alma mater de Newman que recae en la sensación de soledad, de liberación, de redención. Y es así como puede sentirse la adrenalina en la escena de la pelea de Cinderella Man, o el frescor de las gotas de lluvia chocando con el rostro de Andy luego de su escape en The Shawshank Redemption, o la picardía de la bolsa volando por el aire en la grabación de Ricky Fitts en Belleza Americana.
Thomas Newman ha conseguido, en la obra de Sam Mendes, diversificar las emociones de los personajes otorgándoles a cada uno su propia identidad, a pesar de que todos sean una extensión de un mismo concepto: las apariencias. Mientras la presentación de Lester de su familia en la introducción se desenvuelve con un sonido entrelazado con lo absurdo y lo rutinario, cuando rotamos al foco de Ricky Fitts y su punto de vista sobre la conversación entre Lester y su hija, la atmósfera se vuelve de repente dulce, vacía, solitaria y nostálgica. Con el uso del piano en una intensidad tan suave que parece una brisa, una escena que espía una discusión pasa a ser un llamado desesperado por un abrazo. A continuación, adjuntamos la escena.
Y en tanto una distancia entre dos parientes se ve tan de cerca, otra intimidad más dura se topa de improviso y casi por obligación. Estamos hablando de la pelea entre Ricky y su padre, cuyo secreto no nos incumbe revelar en un spoiler, sino que es mejor enterarse a su propia manera. Indiferentemente del silencio que estemos tapando, el Coronel Frank Fitts es uno de los personajes que menos habla y, a su vez, Thomas Newman se las ingenió para que, con su música y en conjunto con la actuación de Chris Cooper, sea uno de los personajes más interesantes a desmenuzar y sus miedos sean retratados de la manera más sincera y directa posible: desde la vulnerabilidad.
Por último, pero definitivamente no menos importante, está la escena más poderosa e importante de toda la película: la escena de la bolsa. Esta escena habla por sí sola.
A pesar de las acusaciones de su protagonista y de que probablemente para muchas personas haya envejecido de manera incorrecta, Belleza Americana es una película que me atrevo a decir, es perfecta. Su composición indaga en la infelicidad de las personas por el impacto de las apariencias haciéndolo de un modo tan endeble como inquebrantable.
Podés escuchar la banda sonora completa de este film haciendo clic acá.