Entre las décadas de los 50’ y los 60’ se potenciaron una serie de transformaciones en el mundo de las artes que ya venían gestándose durante los años anteriores, y que pusieron en manifiesto la necesidad de resignificar ideas y conceptos fuera de la rigidez impuesta por el status quo. El lenguaje del cine ya estaba siendo cuestionado por figuras como Maya Deren o Norman McLaren, quienes, cada uno en su espectro, jugaban con las formas y el movimiento en una búsqueda por formatos expresivos más libres, despojados de las limitaciones de la industria audiovisual. Lo mismo sucedía con la literatura, que tenía a Jack Kerouac y Allen Ginsberg como cabecillas de uno de los movimientos contraculturales más importantes del siglo.
En el universo del arte sonoro estaba pasando algo similar. Comenzados los cincuenta, empezó a hacerse evidente la presencia de un número importante de compositores y artistas que se revelaban ante las formas institucionalizadas de hacer música, y que proponían un escenario creativo en el cual lo estético y lo sensible cobraban un significado completamente diferente. Estas técnicas innovadoras de composición fueron abiertamente discutidas, y fue apenas entrada la década cuando se empezó a acuñar el término que las englobaría a todas: musique expérimentale.
Definir de manera precisa a la música experimental sería difícil, porque si algo dejaron muy en claro esos primeros debates y su devenir fue que, dentro de ella, la interpretación sonora en sí misma está constantemente sujeta a variaciones. Las combinaciones de elementos pueden ser muchas, uniformes o no. Pero si hay algo que caracteriza esencialmente a la práctica de la música experimental es su insistencia en salirse de la norma, con la implementación de diversos sonidos e instrumentos (muchas veces, inventados) y un uso exploratorio de la improvisación.
Como en todo movimiento, de vanguardia o no, podemos encontrar una serie de referentes ineludibles que nos permiten entender más claramente este estilo. Por eso, acá reunimos a cinco de ellos para que empieces a incursionar en el extraño y atractivo mundo de la música experimental.
1. John Cage
John Cage no solo era un estudioso de la música, sino del lenguaje en sí mismo. A lo largo de su trayectoria, encontró tanto en sus conocimientos matemáticos como en sus estudios filosóficos, la ruta que lo fue guiando en la búsqueda de nuevas estructuras musicales. Incorporó el concepto del “azar” en sus composiciones y descubrió que este era un elemento imprescindible, por lo que decidió darle un lugar preponderante. Sin dejar nunca de lado su interés por el budismo y la naturaleza, tomó al “silencio” como un sonido en sí mismo, e incluso desarrolló una pieza musical y performática a la que llamó 4′33″, con la cual buscó demostrar la inexistencia del silencio. Cage se dedicó también a la escritura y a las artes visuales, imprimiendo en ellas los mismos principios que en la música. A día de hoy, se lo considera uno de los precursores de la propuesta experimental.
2. Meredith Monk
No todos los hijos de músicos están destinados a seguir el mismo camino. En el caso de Meredith Monk, estas influencias marcaron significativamente su relación con la música. Estudió danza en el Sarah Lawrence College y se dedicó al arte performativo durante buena parte de su vida, exponiendo en espacios culturales independientes. Sin embargo, fue una vez finalizados sus estudios cuando descubrió algo que marcaría el resto de su trayectoria: la utilización de la voz como instrumento. A partir de este hallazgo artístico, Monk profundizó en la composición de piezas en las que explora diversas y complejas técnicas vocales, y llegó a fundar el grupo Meredith Monk & Vocal Ensemble en 1978, con el cual produjo una amplia discografía. Con los años se convirtió en una de las mayores influencias de la exploración artística multidisciplinaria, y su música fue tanto aplaudida como utilizada por figuras como Godard o los hermanos Coen.
3. La Monte Young
Se lo acusó de arrogante y se lo trató como a un genio. Como sucede con muchas otras cosas, es posible que esa dualidad viva siempre en la representación que La Monte Young dejó a lo largo de su trayectoria. Pero, si hay algo innegable, es la fuerza con la que este compositor fue dibujando un camino completamente nuevo para los músicos que le siguieron, convirtiéndose en una especie de padrino (intencionado o no) para los herederos de las distintas vertientes que se desprenden de la música experimental. Estudioso empedernido, Young dedicó su vida a conocer, comprender y analizar distintos estilos musicales, entre ellos la música hindú o el canto gregoriano, desarrollando de esta forma una aguda percepción de los sonidos que explotó en producciones propias.
Cage fue una de sus más importantes influencias, y tomó de él parte de ese interés apreciativo por los entornos naturales y el ruido o noise. De estos meticulosos exámenes a los que sometía al sonido en sí mismo, nació el novedoso concepto de las duraciones extendidas, es decir, la prolongación de un número muy reducido de notas durante largos períodos de tiempo. Así exploró el jazz, el blues y la música clásica por fuera de sus límites ortodoxos, y gestó lo que hoy se conoce como música minimalista.
4. Brian Eno
Hay un sonido que resulta inconfundible para buena parte de los mortales, y es el del sistema operativo Windows 95 al iniciar sesión. El responsable de esta pieza es Brian Eno, a quien le habían encargado que compusiera una melodía memorable, “inspiradora y universal”, con una duración de tan sólo seis segundos. Al compositor le pareció un desafío, y creó más de ochenta piezas, de las cuales la elegida fue la ya mundialmente conocida. Esta sería una de las tantas demostraciones que hizo Eno de su propio talento, que le sirvió para experimentar desde muy chico con los recursos sonoros que tuvo al alcance de la mano. Como músico y productor, trabajó en colaboración junto a artistas de la talla de David Bowie o Robert Fripp, y en 1978 lanzó el disco que lo catapultó como el padre de la música ambiental: Ambient 1: Music for Airports. Dentro de su vasta discografía, también podemos encontrar una variedad de géneros con los que, a día de hoy, continúa jugando, como el rock o el artpop.
5. Hiroshi Yoshimura
El costado occidental tiene a Eno, mientras tanto, Japón tiene a Hiroshi Yoshimura. De gran sensibilidad, observador nato de su entorno y de la vida, Yoshimura destinó su carrera al arte performativo, y al estudio de los sonidos y las imágenes como formas de representar la finitud (e infinitud) de las cosas. Con composiciones sutiles, a veces melancólicas, el artista buscó ofrecer a sus espectadores la posibilidad de diferentes puntos de vista, siempre acompañando la música con creaciones propias de diseño gráfico y arte visual. Expuso sus obras en museos y galerías, fue un académico destacado y persiguió la forma de continuar incentivando el desarrollo artístico en la sociedad. Su álbum debut, Music for Nine Post Cards, lanzado en 1982, es considerado hoy una de las más importantes composiciones del ambient japonés.